¿Eres el mismo que ayer?

Una pregunta que se sucede en los programas y cursos que se imparten a lo ancho de este mundo es, vale, el Mindfulness mola, está guay, irse de retiros y relajarse en entornos naturales con comida vegana y tal, pero, realmente, ¿para qué diantres sirve eso del Mindfulness?

Pues bien, en este post voy a indagar en lo que, bajo mi humilde opinión, es una de la grandes aportaciones que la práctica continuada de la atención plena puede servirnos.

Para ello, voy a empezar contando una historia real. Mientras me estaba formando como profesor de MBSR, participé en un retiro con la encantadora Florence Meleo-Meyer, directora de programa, relaciones globales y educación profesional del Mindfulness Center de la Universidad de Brown y el genial Bob Stahl, profesor sénior en el Mindfulness Center de la Universidad de Brown y formador para el profesorado en MBSR e Insight Meditation en todo el mundo. En medio del retiro, nos llamaron un par de veces a unas salas para saber qué tal íbamos.

En una de estas charlas, que se hacían en grupos de 8, nos tocó con Bob, y él, lo primero que hacía es preguntarnos sobre nosotros, nuestro nombre, a qué nos dedicábamos y bueno, un poquito sobre la vida de cada uno.

De repente, un compañero de retiro al cuál no tenía el gusto de conocer, se presentó. Era una persona de unos 40 años. Dijo su nombre y apellido, y seguidamente, dijo soy TDA (trastorno déficit de atención), me lo diagnosticaron con 14 años.

Yo me quedé mudo, no por el hecho de que sufriese ese trastorno, sino porque uno de los aprendizajes que más me estaba calando en mi formación como profesor de MBSR, era justamente las identificaciones que a menudo arrastramos durante nuestra vida. Y ahí estaba mi compañero, con un diagnóstico que hacía casi 35 años le habían dado, y que aún, a día de hoy, se seguía identificando con él.

Y no digo que no lo fuese, no voy a ser yo quien contradiga el diagnóstico, pero no me cabía duda de que mi compañero de retiro era mucho, mucho más que simplemente un TDA. Y aquí reside, desde mi opinión, uno de los grandes aprendizajes de Mindfulness. El observar cómo nos podemos llegar a identificar, e identificar a los otros, con una idea, un concepto, o una cierta etiqueta que nos han o nos hemos impuesto.

Y cómo esas etiquetas, que no dejan de ser meras opiniones subjetivas, y que en cualquier caso solo describen una parte de la realidad, nos puedan llegar a limitar en nuestra manera de relacionarnos con el mundo.

Mindfulness nos invita a mirar esa dinámica de la mente, y desde esa nueva observación, poder transcender eso con lo que te sientes identificado (o identificas a los demás) ya que seguramente haya mucho más detrás de esa etiqueta.

La práctica de la atención plena te da la capacidad de repercibirte en todo momento, salir del encasillamiento al que la mente, en muchas ocasiones, nos tiene esposados.

Bien, pues, para eso sirve el Mindfulness. Para repercibir esa idea con la que te has identificado, o has identificado al prójimo, sea cual sea, darte cuenta de que puede no ser del todo cierta, por lo menos darte la libertad de ponerlo en duda, y hacerte algunas preguntas al respecto.

¿Cómo quiero yo, en este preciso momento, relacionarme con eso que me han dicho que soy? ¿con eso con lo que he nacido y hace que me sienta diferente? ¿y con la persona que socialmente parece que debo ser? ¿y qué pasa con las etiquetas que pongo a las demás personas? ¿de donde nacen? ¿son ciertas o tan solo es mi opinión subjetiva?

Mindfulness nos da la libertar para repercibir todas aquellas identificaciones, especialmente las que nos limitan, a base de miedos, de enfados, de acusaciones, de juicios, de apegos y de rechazos. Pudiendo percibir, desde un punto de vista  consciente, lo que realmente hay detrás de todo ello, ¿qué hay dentro de ti? ¿con qué te identificas ahora mismo? ¿cómo eres, y qué quieres ser?

Para eso, entre muchas otros beneficios, sirve el Mindfulness.

Despedimos este post con una reflexión contenida en la célebre frase de Heráclito, quien nos invita a observar si el río en el que nos bañamos hoy, es el mismo en el nos bañamos ayer, y si nosotros, los bañistas, seguimos siendo los mismos que tomaron el baño ayer; una certera alusión a que realmente todo fluye, todo cambia, aunque el concepto del río y la idea sobre nosotros y de los demás, puede seguir ahí, permanentemente en nuestra mente.

“Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo rio, pues la segunda vez el río ya no es el mismo, como tampoco lo es el hombre” Heráclito de Éfeso

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